La Memoria

Estamos repasando algunos elementos centrales que son limitantes del desempeño humano. En capítulos anteriores hablamos acerca de lo elusivo que puede ser el foco, y del costo de las decisiones.

Hoy vamos a hablar acerca de la memoria y de dos modos centrales del funcionamiento de nuestro cerebro. 

Siguiendo al Dr. Theo Compernolle, vamos a discriminar dos grandes grupos de funciones, a las que llamaremos “cerebros”, que se corresponden con “redes de redes” neuronales, que están en inter juego permanente. Conocer mejor la lógica del funcionamiento de estos dos nos puede ayudar a usar la inteligencia.

El cerebro que reflexiona

En primer lugar vamos a hablar acerca de las funciones más modernas y sofisticadas:  El cerebro que reflexiona. Esta es la parte más típicamente humana de nuestro cerebro. Es la que nos permite pensar acerca de cosas que no están en el presente. Irnos al futuro o al pasado con el ojo de la mente.

Cada vez (y nos pasa cientos de veces al día!) en que estamos pensando en otra cosa fuera de los estímulos que tenemos aquí y ahora, estamos usando este cerebro.

Estas funciones están ubicadas en la corteza prefrontal. No se comprobaron funciones como estas en los animales. El ser humano ha desarrollado estas capacidades en los últimos 100.000 años. Si bien es  tecnología muy reciente, esta es la parte de nuestro cerebro con la que más nos identificamos. 

Con esta sóla herramienta hacemos una gran parte de las cosas que hacen a nuestra vida adulta, profesional. Tanto, que solemos considerarlo como la herramienta privilegiada. 

Este modo de funcionamiento del cerebro es el que nos permite Fantasear, proyectar, preocuparnos, evocar, etc. Estos son los insumos con los que armamos planes, pensamos en macro, hacemos estrategia, definimos cursos de acción, pensamos en el mes que viene, en el trimestre, en el cierre de año.

El cerebro que archiva

El siguiente es el Modo Archivo. Es lo que sucede cuando no estamos usando nuestro cerebro para pensar activamente en algo, o para asimilar situaciones de alta carga sensorial. 

Cada vez que el cerebro tiene tiempo para sí mismo se dedica a archivar. Es decir, hace el trabajo de mandar a la memoria de largo plazo lo que corresponda. Hace la gestión de toda la información que fuimos recibiendo por vía de los sentidos.

Toda vez que tiene tiempo disponible se organiza y reorganiza. 

Este trabajo que puede sonar pasivo, es en realidad todo lo contrario: una parte fundamental de organizar la información tiene que ver con identificar con qué se relaciona. ¿Qué patrones podemos identificar? ¿Con qué combina esto? ¿A qué se parece?

Esta es la fuente de la creatividad trabajando mientras nosotros descansamos.

Es por esto que se nos ocurren las mejores ideas cuando estamos en la ducha. O en cualquier tipo de situación en las que estamos relajados, y sin pensar (activamente) acerca de nada en particular. 

¿Cómo se relacionan uno y otro?

Ahora, lo más importante a tener en cuenta es lo siguiente: el modo archivo y el modo pensamiento no funcionan al mismo tiempo.  Hay un juego de suma cero entre estos dos modos. Compiten por los mismos centros de procesamiento y los mismos recursos. Básicamente, ambos usan la memoria de corto plazo.

Esta es “la parte del cerebro” (corteza prefrontal, corteza parietal, ganglio basal y córtex del cíngulo anterior) que retiene la información que está activa en nuestra conciencia en este momento. 

Es decir, las cosas de las que están conscientes. Por ejemplo, si le pedimos a alguien su mail, lo vamos a estar sosteniendo en la memoria de corto plazo, hasta que podamos escribirlo. 

Esto equivale a la memoria RAM de las computadoras, con una salvedad: 

Nuestra memoria de corto plazo es sorprendentemente limitada. 

El número oscila entre 4 y 7. (En mi caso está más cerca de cuatro). 

Esa es la cantidad de ítems de información diferente que podes retener en la memoria a la vez. Con cada nuevo objeto de la memoria que se agrega, podríamos pensar que estamos usando entre un 20 y un 25% de nuestra memoria de corto plazo. 

Es decir, que estamos usando recursos que sirven para el pensamiento macro, para la estrategia, para la creatividad; para retener un número de teléfono, o el hecho de que te faltó pagar una cuenta.

¿De qué nos estamos perdiendo? 

Una de las trampas de esta dinámica, es que no nos damos cuenta de lo que nos estamos perdiendo. No alcanza con saber conceptualmente lo que nos está pasando. No es suficiente para que sintamos todo lo que estamos dejando arriba de la mesa.

Dicho de otra forma, la creatividad se siente, la falta de creatividad no tanto. Tener un insight, darnos cuenta de algo, tener una buena idea, se siente. No tenerla… bueno, no. No se siente!

Y cómo podemos recuperarlo?

Tenemos que tomar medidas para permitir que el cerebro entre en modo Archivo. ¿Qué podemos hacer?

Escribir 

Escribir las cosas que tenemos pendientes, activas, abiertas. Bajarlas por escrito en algún sistema en el que confiemos, al que revisaremos más tarde. Esto nos permite sacarla de nuestra memoria de trabajo. Cada ítem que dejamos de sostener, libera recursos para la creatividad. Como dice David Allen: El cerebro está para generar ideas, no para sostenerlas.

Descansar.

El descanso es clave. Desconectarnos en serio. Salir del modo On. Apagar el celular y dejarlo lejos. Dormir, leer, pasear. Escuchar música. Jugar con niños o con mascotas. 

De esta forma estamos liberando recursos al cerebro que archiva, para que nos libere espacio y ponga a jugar a la creatividad. 

Este dibujo es del libro Brain Chains, de Theo Compernolle.